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Ayuntamiento |
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Desde finales del siglo XV y
hasta el XVII Laredo alcanza importancia regional al
convertirse en la sede ordinaria del corregidor de las
Cuatro Villas de Costa. Estos siglos fueron para la villa
de relativa estabilidad, alterada por los incendios, las
pestes y la lucha contra los franceses que provocaron
momentos de decadencia. Laredo siguió destacando por su
poderío marítimo y su actividad mercantil, siendo en
1529 el único puerto de la Costa Cantábrica, entre
Bilbao y Avilés, habilitado para las expediciones a
América. Durante el siglo XVI tuvo lugar en Laredo un
fuerte desarrollo económico que dio lugar a la reforma
del puerto, con la finalidad de adecuarlo al comercio con
Europa y América, y a la renovación de la villa, que
llega de la mano de una nueva arquitectura civil y
religiosa, la renacentista.
Símbolo del destacado papel alcanzado por el poder
civil en la villa de Laredo se levantaron en el siglo XVI
las Casas Consistoriales,
situándolas en pleno centro de la actividad mercantil,
junto a los muelles.
También durante el Renacimiento los monjes
franciscanos abandonaron su monasterio de Barrieta y se
instalaron en el Arrabal, construyendo el clasicista Convento de San Francisco.
En el interior de la iglesia se encuentran un
magnífico retablo del siglo
XVII dedicado a San Francisco y numerosas capillas
privadas fundadas por poderosos nobles laredanos como los
Marroquines, los Alvarado, los Salazar, etc. Estas
capillas aparecen ricamente decoradas, en ocasiones con
valiosos retablos. En una de ellas se conserva la estatua
orante de Don Felipe Vélez
Cachupín. Actualmente el convento está ocupado por
las Madres Trinitarias y algunas de las salas del
edificio están habilitadas como museo de arte sacro.
Los nobles laredanos, que se habían convertido en
promotores de las capillas privadas del convento de San
Francisco y de las obras de renovación de la iglesia de
Nuestra Señora de la Asunción, dejaron también su
impronta en la arquitectura civil privada, tanto de
época renacentista como barroca. En general se trata de
edificios que responden a las características de las casonas
y palacios montañeses. Se
conservan algunas del siglo XVI, como la Casa de los
Villota, que había sido ocupada por los frailes
franciscanos hasta la construcción de su convento, y la
Casa donde habitó el corregidor de la Hermandad de las
Cuatro Villas de Costa, conocida como la Casa del
Condestable. Del siglo XVII se conserva la Casa de la familia Mar y del XVIII
la Casa de Zaráuz y la de
Diego Cacho. Todas ellas presentan en sus fachadas los
ricos escudos con las armas de sus linajes.
La preponderancia que había alcanzado Laredo desde el
siglo XVI como autoridad territorial de la Hermandad de
las Cuatro Villas de la Costa había avivado desde ese
momento el deseo de obtener de modo oficial la
titulación de capital de esta demarcación territorial.
Ya en la segunda mitad del siglo XVIII obtuvo el anhelado
título que terminó con la autodenominación de ésta
como capital del Bastón de Laredo.
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