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Cabra |
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La primera
noticia documental que tenemos de la Cueva del Otero data
de 1908 cuando Lorenzo Sierra, en sus "Apuntes para
el mapa paletnológico de la provincia de Santander"
habla de la presencia en esta cavidad de un importante
depósito magdaleniense. En los años 60 González
Echegaray, García Guinea y Begines Ramírez realizaron
un estudio completo de dicho depósito, en el que
establecieron una secuencia estratigráfica con niveles
del Auriñaciense, Magdaleniense superior y final y
Aziliense. A pesar de tratarse,
por lo tanto, de una cueva visitada por especialistas
desde principios de siglo, no es hasta 1983 cuando se
localizan las decoraciones parietales. Se trata de un
pequeño panel compuesto de una figura de cabra en visión
frontal (a la izquierda) y una serie de trazos no
figurativos, situado en una galería de techo muy bajo.
La técnica empleada en la ejecución de este panel es el
grabado en trazo único muy fino. La inclinación hacia
la izquierda que presentan tanto la figura de cabra, como
los trazos no figurativos, así como la escasa altura del
techo de la galería (1 metro aproximadamente) hacen
suponer que el conjunto fue realizado en la misma sesión
y por un solo individuo, posiblemente tumbado sobre su
costado izquierdo, y grabando con la mano derecha.
La representación de animales en
perspectiva frontal es rara en el arte rupestre
cantábrico, habiéndose documentado algunos ejemplos de
factura semejante en las cuevas de Ekain (Guipúzcoa) y
La Lastrilla (Cantabria), aunque pintadas en negro y rojo
respectivamente. En Francia se conocen representaciones
frontales de cabra en la cueva de Massat (Ariège,
Midi-Pirenées). En el arte mobiliar, por el contrario,
encontramos numerosas piezas con este motivo.
Prácticamente todas ellas han sido localizadas en
niveles del Magdaleniense superior-final, lo que ha
permitido encuadrar en esta época el panel del Otero.
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