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Casa popular.
(Cabuérniga) |
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Las casas campesinas más
antiguas que se conocen en Cantabria son de fines de la
Edad Media, debido a que anteriormente eran de madera.
Los escasos ejemplos que se conservan permiten precisar
que tenían una sola planta, con cubierta a dos aguas y
fachada en el hastial, presentando en consecuencia un
gran fondo. Generalmente estaban dotadas de una segunda
planta bajo-cubierta. En los vanos de estas casas los
arcos apuntados suponen la morfología dominante.
Transcurrida la Edad Media, estos arcos dejaran paso a
otros adintelados y de medio punto, si bien los cambios
más destacados serán los que se produzcan en la
estructura, cuando desde finales del siglo XV vaya
desarrollándose la planta bajo-cubierta, convirtiéndose
por último en una auténtica segunda planta, al mismo
tiempo que en esta vivienda se perfila un soportal que
tanta importancia adquiriría con el correr del tiempo. Poco
a poco, a lo largo de los siglos XVI y XVII, a partir de
este tipo de casa se irá configurando un modelo
paradigmático de la arquitectura tradicional del campo
de Cantabria, que adquiere toda su notoriedad a finales
de este último siglo, cuando frague un modelo
paradigmático de la arquitectura tradicional de la
región que continúa siendo dominante en nuestros días.
Se trata de una casa de planta rectangular, con cubierta
a dos aguas y caballete paralelo a la fachada, la cual,
orientada al mediodía o al saliente, se hallará
preferentemente en uno de los lados mayores. El balcón o
solana, cubierto por un alero prolongado, se apoya
en poderosos cortafuegos de sillería que enmarcan un
soportal o estragal. El balcón y el soportal se
convertirán en espacios fundamentales de la casa
campesina, tanto por su contribución a la realización
de los quehaceres domésticos como por su función de
canalización de la socialbilidad.
Este tipo de casa se presenta en nuestros días
extendido por todas las tierras bajas y medias de la
región, combinado en ocasiones con diversas variantes,
entre las que destacan las casas abuhardilladas, las
casas de balcón entre muros cortafuegos de ménsulas
molduradas, las casas en las que el balcón se apoya
sobre machones laterales y las casas de balcón volado.
En este último caso, el estragal desaparece,
convirtiéndose el espacio que se halla bajo la balconada
en un zaguán abierto. En el siglo XIX se introdujo en el
campo de Cantabria una novedad, compatible con todos los
tipos anteriores, consistente en transformar las
balconadas en galerías acristaladas, tomando como
referencia los modelos imperantes en los espacios urbanos
y semiurbanos.
En las tierras altas de la región se descubren otros
tipos en los que se percibe la impronta de un medio y de
unos materiales distintos, a los que no son ajenas las
influencias meseteñas. Así sucede con un tipo de casa,
de pequeños vanos, extendido por los valles de Campoo
y Valderredible, en el que sin perderse la
función de las solanas y de los muros cortafuegos, ni de
la sillería en las fachadas, se emplean los adobes y los
entramados de madera. En el caso de Liébana, la
balconada pierde diafanidad, en beneficio a menudo de la
vivienda con acceso a través de una escalera exterior o
patín, siendo frecuente el empleo del ladrillo y de los
adobes sin rebocar.
Un nuevo tipo de vivienda campesina es el de la casa o
cabaña pasiega, cuya zona de influencia se ensancha
desde los Montes del Pas hasta los inmediatos valles de
Ruesga y de Soba, de Toranzo, de Carriedo e, incluso, de
Trasmiera. Cada casa dispone de varias de estas cabañas,
tal y como son denominadas por los lugareños, de acuerdo
con su peculiar régimen de vida basado en la
transhumancia, siendo la más importante de todas ellas
la situada en las bajuras, y conocida como cabaña
vividora.Es una casa de planta rectangular, con
tejado a dos aguas y fachada en el hastial, lográndose
el acceso a la misma a través de una escalera, cuyo
patín recorre la fachada o alguno de los lados.
A los tipos de la casa campesina citados hay que
añadir el característico de los valles orientales, y
particularmente de los de Guriezo y Trucíos, el cual
deja entrever la profunda influencia del caserío vasco.
La casa, de planta rectangular y con tejado a dos aguas,
presenta fachada de amplio alero en el hastial, estando
construida con entramado de madera y ladrillo.
Todo lo dicho hasta aquí se completa señalando que
la casa campesina de Cantabria es generalmente disociada,
de manera que la vivienda se completa con una serie de
construcciones anexas, destinadas a la guarda de aperos,
de grano y de forrajes, y al cobijo de alguna parte del
ganado. Históricamente, uno de los tipos de granero
extendido por muchas partes de Cantabria ha sido el
hórreo, cuya presencia sigue siendo significativa en los
valles lebaniegos.
Es común que la casa campesina cuente con
construcciones muy alejadas de la casa matriz, como son
las cabañas, de planta rectangular y tejado a dos aguas,
que el labriego posee en las áreas que circundan a los
pueblos. Hay un tipo de cabaña, conocida con el nombre
de invernal, característica de los valles altos
occidentales, que se localiza al pie de los puertos, con
fachada que puede estar situada en el hastial o en otro
de los lados, pero que en todo caso tiene una planta baja
destinada al cobijo del ganado y una planta superior para
guarecer el heno. En los altos puertos de la Cordillera,
en el Occidente de Cantabria, se encuentra un tipo de
construcción denominada chozo, cuya función
básica es la de habitación, ya que el ganado permanece
a la intemperie durante el estío. Estos chozos, de
pequeñas dimensiones, pueden ser de planta redonda o
rectangular.
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