Hace unos días la reciente corporación municipal envió a todos los vecinos de Liérganes una nueva comunicación sobre sus actividades, obedeciendo así al compromiso de transparencia de su programa electoral, actitud muy loable e infrecuente entre nuestra clase política. Muy claros quedan el endeudamiento del municipio y los necesarios recortes en los presupuestos, en los que nos sorprende la renuncia a los sueldos de Alcalde y primer teniente de Alcalde, ejemplo desacostumbrado que debería cundir en todo el territorio nacional. Parecen haber enfilado buen camino, pero en este andar se han encontrado con el callejero, que incumplía la Ley de Memoria Histórica. Desaparecen por tanto de nuestras calles el Generalísimo, Camilo Alonso Vega y José Antonio Primo de Rivera. Ignoro si hubo un sondeo previo entre el vecindario. Ideas aparte, no deja de ser un engorro la medida, pues obliga a muchos particulares y establecimientos a un cambio en sus impresos y a la fabricación de placas con las nuevas denominaciones. Los tiempos no están para gastos imprevistos. Tengo a Liérganes por municipio conservador. De hecho, desde la II República no había gobernado un alcalde socialista en setenta y cinco años, de los que deberíamos restar los cuarenta del franquismo. De entre las que desaparecen, es la figura de Camilo Alonso Vega la que más controversias puede haber suscitado. Unos lo verán como un represor ministro de la Gobernación del bando vencedor, y otros como un discreto veraneante que se volcó en conseguir ayudas y mejoras para el pueblo durante la alcaldía de Eugenio Perojo. Desconozco si esta medida lleva aparejada la retirada del título de Hijo Adoptivo de Liérganes. Los nuevos nombres serán alusivos a personajes históricos locales que a nadie ofendan. Parece ser que se han “consultado a personas de amplios conocimientos en la cultura del municipio”. Si se vuelve a cambiar, resulta aconsejable dirigir las consultas a instituciones culturales muy consolidadas como la Universidad de Cantabria o el Ateneo, que harán que sea más respetable la decisión política. Esta vez, como suele ocurrir, ni están todos los que son ni son todos los que están. Liérganes es un profundo desconocedor de su historia, si exceptuamos la del Hombre Pez. La comunicación del Ayuntamiento hace bien en incluir una pequeña nota biográfica de cada uno, porque, si no, muy pocos iban a conocerlos. El primero es José Martínez de Mazas, Deán de la Catedral de Jaén, historiador y pedagogo, nacido en Liérganes en 1731. Su nombre sustituye al del fundador de la Falange. Recomiendan la lectura de su “expediente de limpieza de sangre”, pero yo les recomiendo la lectura de una “carta sumamente curiosa e instructiva, escrita e impresa el 13 de julio de 1797” a su sobrino, en la que hace una descripción pormenorizada de Liérganes en aquellos años. El nombre de Jean Curtius sucederá al de Camilo Alonso Vega. Natural de Lieja, fundó en Liérganes la Fábrica de Artillería en 1622, y trajo de Flandes a operarios cuyos descendientes aún se pasean por Liérganes, de tal modo que sus apellidos perviven por toda la comarca. Bien está
recuperar del olvido a Curtius, pero existe un total desconocimiento sobre la
Fábrica y su ubicación. Jovellanos, en su “Comisión secreta a La Cavada”, relata
su llegada a Liérganes la tarde del viernes 29 de septiembre de 1797. Todavía
contempla la capilla de San Andrés “con sus columnas y pedestales de hierro
colado, Pascual Madoz, en 1847, la describe como “restos de bastos y bien construidos edificios y una ermita llamada de San Andrés, en completo abandono, (…) que dan a conocer la importancia que en tiempos no muy remotos tendría Liérganes”. También esto debería recordarse, y contar a vecinos y visitantes que la Fábrica fue uno de los complejos siderúrgicos más importantes de España y que artilló a buques y baluartes de todo el Imperio. Liérganes cuenta con importantes sagas de maestros canteros. Se ha elegido a Bartolomé de Hermosa, diseñador del Puente Mayor, para sustituir la equivocada nomenclatura de calle del Puente Romano, que fue construido en 1587. Anteriores y más cosmopolitas que Hermosa fueron los hermanos Juan y Diego del Castillo, con una importante trayectoria profesional en Portugal y en las plazas africanas de Arzila y Mazagón. Su obra más universal es el monasterio de los Jerónimos de Belem, en Lisboa. Juan dio vida al llamado “estilo manuelino”. Murió entre 1551 y 1553. La calle del Generalísimo se llamará a partir de ahora Camino Real. Cualquiera diría que más que la Ley de Memoria Histórica se está aplicando la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947), una de las ocho Leyes Fundamentales, la que convirtió a Juan Carlos de Borbón en sucesor de Franco. Tal vez los nuevos ediles lo hayan tenido en consideración. No sigue exactamente el trazado del antiguo Camino Real, pero es innegable que se trata de una feliz recuperación. Un tramo de carretera en Pámanes, a partir de ahora llevará el nombre de General Quintanilla. A nadie ha quitado en este caso la calle, que además discurre próxima a su casa natal. Antonio de Quintanilla y Santiago nació en Pámanes en 1787. Con catorce años embarcó rumbo a Montevideo, para después cruzar los Andes y llegar a Santiago de Chile, llamado por un pariente necesitado de ayuda en sus negocios. Empezó como dependiente y luego se convirtió en un próspero comerciante. En los primeros disturbios independentistas se unió al bando realista en 1813. Hombre de una sola pieza, ascendió por méritos propios en el escalafón militar, siempre leal a la Corona. Con los virreinatos ya desmembrados, en 1817 fue nombrado Gobernador y Comandante General de la Provincia de Chiloé. Resistió durante nueve años sublevaciones internas y un permanente hostigamiento, y en 1820, los ataques y desembarco de las tropas de Lord Cochrane, que después de un soberano vapuleo tuvieron que reembarcar. Aislado en el archipiélago de Chiloé, fue tentado por las tropas insurgentes para unirse a la causa independentista cuando ya había triunfado en todo el continente. Resistió hasta capitular con todos los honores el 19 de enero de 1826, día en que se arrió la última bandera española en América del Sur, ocho años después de la Independencia de Chile. Ramón Rodil, defensor de El Callao, capituló ese mismo día. Retornó a Pámanes después de veinticinco años y fue ascendido por Isabel II a Mariscal de Campo. Muy merecido el reconocimiento de la nueva calle, pero seamos justos y exactos: que se llame “Mariscal Quintanilla”, no “General Quintanilla”. Así han quedado las cosas. Ellos son los que están en el nuevo callejero. Otro día hablaremos de los que podían haber estado.
CARLOS DE RIAÑO LOZANO Es arquitecto y vocal de la Asociación Cultural LIÉRGANES XXI EN DEFENSA DEL PATRIMONIO ARTÍSTICO Y NATURAL Publicado en El diario Montañés del día 4 de Mayo de 2012
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