El renovado callejero (2/2)
Principal Arriba El renovado callejero (1/2) El renovado callejero (2/2) El Intendente Riaño
 

En la primavera de 2010 se celebró en la Biblioteca Nacional una exposición sobre Gregorio Marañón y Posadillo, y se han editado recientemente varios libros sobre su figura. Es poco conocido el origen montañés de las familias Marañón y Posadillo, apellidos vinculados al valle del Miera desde hace siglos, de lo que nada dicen los trabajos mencionados.

Gregorio Marañón nació en Madrid en 1887. Su padre, Manuel Pérez Marañón Gómez Acebo, ilustre abogado y periodista de la Restauración, había nacido en Liérganes en 1855. En el catálogo de la mencionada exposición aparece como “oriundo de Santander”. Padre e hijo, siempre orgullosos de su ascendencia, no perdían ocasión de mencionarla. En octubre de 1876 Manuel escribió en la Revista Cántabro-Asturiana o La Tertulia el artículo “Recuerdos de mi país natal: Liérganes”. Gregorio, en Las ideas biológicas del Padre Feijoo (1934), el estudio científico más serio sobre el Hombre Pez, cuenta: “… era del mismo pueblo de los míos, cerca de Santander, y oí hablar de él desde mi niñez (,…) Y aprendí, finalmente a nadar en aquellas mismas pozas del río Miera en que el semianfibio hizo sus primeras proezas acuáticas”. Cuando menciona a vecinos de Liérganes que conocieron a Francisco de la Vega, el Hombre Pez, destaca a “Doña María Posadillo, seguramente pariente mía”.

Los veraneos de la familia, repartidas entre Santander, Liérganes y Solares, y la amistad con el doctor Sandalio de la Cantolla, nacido en la torre de los Cantolla en el barrio de Mercadillo, formado en París y Berlín y afincado en invierno en Madrid, despertaron en el pequeño Gregorio su vocación médica.

De manera incomprensible, los hijos del doctor Marañón, con la excepción de Belén, bañista habitual en el Balneario de la Fuente Santa, perdieron todo contacto con el lugar.

“Marañón, médico, humanista y liberal”, como dice el título de la exposición de 2010, uno de los grandes intelectuales del siglo XX, con plazas y calles en grandes capitales, bien habría merecido un lugar en el callejero local para de esta manera recuperar una vinculación que nunca debería haberse perdido.

Pocos recuerdos quedan en  Liérganes de la Fábrica de Artillería, mencionada en la primera parte de este artículo. Después de distintos propietarios desde la muerte de Curtius, el Estado la intervino en 1760 y la expropió en 1769, en el reinado de Carlos III. Su explotación pasó a la Armada, en el periodo del desarrollo naval propiciado por el Marqués de la Ensenada. La existencia de las fábricas y los astilleros de Guarnizo y Colindres, unida a la tradicional vocación marinera de Cantabria, llevó a muchos jóvenes de la nobleza rural, “entre los trece cumplidos y los dieciséis no cumplidos”, a solicitar el ingreso en la Real Compañía de Guardias Marinas, fundada en Cádiz en 1717.

Los avanzados planes de estudio diseñados por los gobiernos ilustrados de los Borbones generan una oficialidad extraordinaria en su formación científica, naval y militar, de la que son muestra desde Jorge Juan  hasta Cosme Churruca.

Cantabria, pequeña y deshabitada, incorporó a la Armada a 200 de sus hijos entre 1718 y 1836, con orígenes en los puntos más dispares de la región, proporción muy alta y comparable a la de vascos y andaluces. Santoña, con 14, y Reinosa, con 13, lideran la lista, seguidas de Santander (11), Santillana (6), Guarnizo (5), Laredo (5) y Liérganes (5). Fue la más pequeña localidad, en proporción, la que más marinos aportó, cinco lierganeses desde 1738 hasta 1776. Es un dato desconocido que debería ser utilizado para emprender una recuperación de la memoria de la Fábrica, fundada antes que la de La Cavada, localidad mucho más preocupada por su historia y que ha ganado por goleada la partida con un excelente museo, impagable labor de José Manuel Maza. La Armada y su Museo Naval fueron extraordinariamente generosos con el contenido cedido, y sin duda, igual se mostrarían con Liérganes.

De los cinco marinos lierganeses destaca sobremanera la figura de Juan Antonio de Riaño y Bárcena, Caballero de la orden de Calatrava, nacido en el Palacio de la Costera en 1757. Intervino en la expedición contra Argel en 1775. Combatió y derrotó a los ingleses en la Florida y Pensacola en 1781, y contribuyó con su cuñado Bernardo de Gálvez a la Independencia de los Estados Unidos de América. Destinado al virreinato de Nueva España, fue nombrado Intendente de Valladolid de Michoacán en 1787, y en 1791, Intendente de Guanajuato. Llevó a sus territorios el progreso y la cultura, participó en distintas expediciones científicas y se relacionó con Alexander von Humboldt.

Murió heroicamente en 1810 defendiendo la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, en los primeros días de la guerra de Independencia mexicana. Fue un marino ilustrado, poseedor de una amplia biblioteca, y hoy es recordado en México, y ya es difícil, como el mejor ejemplo de gobernante íntegro y capaz.

Con motivo del bicentenario de su muerte, Liérganes XXI, en colaboración con la corporación municipal anterior, erigió un rollo con placa alusiva al ilustre hijo de la población, junto al antiguo Camino Real, al que se abría la estancia en que nació, pero el lierganés sin duda más ilustre se ha quedado sin calle.

Una reflexión final, después de repasar aciertos y olvidos del nuevo callejero: en la primavera de 1810 en Venezuela y en septiembre en Méjico se iniciaron las guerras de Independencia de la América Hispana. Fue un natural del barrio de la Costera el primer caído en defensa de la causa española, Juan Antonio de Riaño, y un natural del barrio de la Iglesia en Pámanes, Antonio de Quintanilla, el último que arrió la bandera española en el continente americano, dieciséis años mas tarde.

Fue prácticamente imposible que estos vecinos se conocieran. Los separaban treinta años de edad. Riaño salió de Liérganes con dieciséis, y Quintanilla de Pámanes con catorce. El primero volvió a España en 1783, a la muerte de su padre, Juan Manuel de Riaño y Cuetos, Caballero de San Juan y gobernador en las Dos Sicilias, para hacerse cargo del mayorazgo, y pronto retornó a México para siempre.  Se habrán conocido en el lugar que ocupan los justos y los héroes, y  desde la eternidad juzgarán si las personas consultadas para la  elaboración del nuevo callejero tienen o no amplios conocimientos en la cultura del Municipio.

CARLOS DE RIAÑO LOZANO

Es arquitecto y vocal de la Asociación Cultural

LIÉRGANES XXI

EN DEFENSA DEL PATRIMONIO

ARTÍSTICO Y NATURAL