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Colegiata de San
Martín de Elines |
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Durante los
siglos XI y XII Cantabria no permanece ajena a la
extensión del Románico, difundido a través de los
caminos y vías de peregrinación (rutas jacobeas). Así
las vías tradicionales de comunicación hacia la Meseta
se convierten en vías de penetración del nuevo lenguaje
artístico, lo que explica un Románico cántabro
influido por los focos burgalés y palentino, y
localizado en tres áreas : cuenca del Besaya,
Pas-Trasmiera-Valles orientales, y sur de la Región. El desarrollo de este arte aparece vinculado al
poder económico y jurisdiccional de los monasterios y a
la extensión de sus dominios. Estos monasterios, algunos
convertidos en colegiatas, utilizan el estilo Románico
para renovar sus fábricas.
Antes de la segunda mitad del siglo XII
tiene lugar en Cantabria un románico inicial un tanto
tosco, con una arquitectura de plantas sencillas, poco
articulada y ausencia casi total de escultura monumental,
como muestra la iglesia de San Julián de Bustasur.
Ya a partir del 1150 se construye el
grupo más destacado del románico pleno: las cuatro
colegiatas de Santa
Juliana en Santillana del Mar, San Martín de Elines,
Santa Cruz de
Castañeda en Socobio y
San
Pedro de Cervatos. El influjo
burgalés se aprecia en todas ellas en la correcta
articulación del espacio, en la distribución de
portadas, en sus ábsides articulados con arquerías, en
las cúpulas sobre trompas o pechinas. Al exterior
aparecen los cimborrios y las torres, cilíndricas o
poligonales, que contribuyen al contraste de volúmenes.
Todas estas características aparecen también en
iglesias como la de Santa María de Bareyo.
La escultura monumental de las
colegiatas muestra una rica iconografía. Los canecillos
y los capiteles son los elementos preferidos para la
representación de los vicios y las virtudes (San Pedro de Cervatos), temas bíblicos y la lucha entre el bien y el
mal (San
Martín de Elines). En la Colegiata de Santa Juliana los capiteles del claustro y diversos relieves
de su desaparecida portada oeste constituyen el mejor
exponente de un estilo que deriva de Santo Domingo de
Silos.
A la influencia burgalesa se suma la
palentina en edificios como Santa María de Yermo
y Santa
María de Piasca, que presentan
una rica escultura narrativa sobre temas evangélicos de
gran calidad técnica e iconográfica que ocupan, además
de capiteles y canecillos, los tímpanos y arquivoltas de
las portadas.
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