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Iglesia parroquial
de San Vicente de la Maza
(Guriezo) |
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Además de la importante y
variada arquitectura medieval se conserva en Cantabria un
nutrido grupo de edificaciones religiosas de época
Moderna y Contemporánea. Durante la Edad Moderna la
actividad artística se extiende por los valles
orientales y centrales, mientras que las villas costeras
pierden su protagonismo como centros artísticos, con la
excepción de Santander.
No obstante destacan en este período algunos municipios
costeros occidentales. Desde principios del siglo XVI y
coincidiendo con el tardogótico comienza a utilizarse
una tipología de iglesia de planta salón o iglesia
columnaria, que triunfa en Cantabria durante el
Renacimiento y Barroco. Son edificios en los que las
características renacentistas se superponen a formas
góticas. Presentan una planta de tres naves, de igual
altura, donde el arco de medio punto ha sustituido ya al
arco de ojiva y la columna al pilar gótico. Se consigue
así un espacio renacentista que sin embargo sigue
utlizando la bóveda de crucería, como sucede en las
iglesias de Liendo, Ajo y Guriezo.
Esta tipología fue difundida en España por arquitectos
cántabros, como Juan de Rasines y Rodrigo Gil de
Hontañón, influyendo en los maestros canteros de los
Valles de Rasines, Liendo y Bárcena. Desde finales del
siglo XVI son las órdenes religiosas con sus
construcciones las que se sitúan en la vanguardia
artística, primero con la introducción del clasicismo,
desde finales del siglo XVI, y luego utilizando un
barroco decorativo. Las iglesias de carmelitas y jesuitas
representan un clasicismo temprano que transplanta
modelos vallisoletanos, en los que la nave longitudinal
es contrarrestada por un crucero con cúpula, como en la
iglesia de la Anunciación, en Santander.
Las construcciones franciscanas más puramente
clasicistas pertenecen ya al siglo XVII. Generalmente se
trata de edificios de una sola nave, que emplean bóvedas
de aristas y se caracterizan por su simplicidad y unidad,
como se ve en la iglesia del convento de San Francisco,
en Laredo,
o la del Convento del Soto, en Iruz. Ya en el siglo XVIII los dominicos
introducen un rico barroco decorativo en la iglesia de Las Caldas de Besaya,
aunque mantienen la estructura clasicista. Clasicista es
también el claustro de su convento Regina
Coeli, en Santillana.
Aparte de este barroco decorativo introducido por los
dominicos no existen, en general, en Cantabria
edificaciones religiosas monumentales, con espacios
complejos y ricos en ornatos como corresponde al Arte
Barroco. A menudo en las iglesias parroquiales aparece
una tipología que sigue utilizando la planta de cruz
latina con crucero y bóvedas de crucería, como en las iglesias de Cigüenza y Roiz. Por
otro lado en algunas parroquiales a partir de una traza
tardogótica o renacentista se produjeron reformas en sus
alzados, cambiando su fisonomía al introducir la
estética barroca, como en la iglesia de Santa María de Miera o la
iglesia de La Asunción, en Hazas de Liendo.
También existen algunos edificios en los que la
planta y el alzado son plenamente barrocos, como la iglesia de Rucandio, que presenta
ya un plan octogonal y una rica decoración de estuco.
Pero quizá es la Capilla del
Lignum Crucis, en el monasterio de Santo Toribio el
monumento más característico del barroco cántabro por
su complejidad arquitectónica y ornamental.
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